Pregunta: ¿Pero no ocurre a veces que en el arte se expresa una resistencia, que toma una forma revolucionaria?
Respuesta: Oskar Negt y yo definimos la revolución con la palabra “obstinación”. Existe una resistencia en el interior del hombre, algo que no obedece. Creo en esto. No es necesario agitarlo porque siempre ha estado presente. Pero no tiende a armar barricadas. No creo que estemos viviendo una época revolucionaria; mire a China, Cuba o América del Sur. La revolución duerme como en el castillo de la Bella Durmiente.
Resistir es entonces invocar lo necesario. Resistir es cambiar también. Y sobre todo discurrir. Mientras que lo necesario es indiscutible y se yergue aún con toda la fuerza de su sintaxis lógica, el cambio es algo impreciso hoy día. Saber qué pero no saber cómo, y lo que es peor, no poder hacerlo con sensatez, parecen hoy términos antitéticos. Tanto en el cuerpo individual como en el colectivo late la tendencia. Pero no se manifiesta la urgencia y, mucho menos, la clave para encarrilar la exigencia. Sin embargo, los tiempos están modificándose imparablemente tanto en calidad como en cantidad, y lo hacen a los cuatro puntos cardinales. De tal modo que unos influyen sobre otros e incluso los desarbolan. Acaso todo se va a precipitar antes de lo sospechado y, de manera sorprendente, con otro imaginario menos tradicional. Resistir no es solo una plegaria o una mera palabra sino, principalmente, el objetivo práctico a corto plazo.
Imagen. Fotografía del escritor y director de cine Alexander Kluge. El texto corresponde a una entrevista efectuada por Stefan Grissemann a Kluge para el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung en 2008. Tomada de la revista Shangrila.