“El camino hacia arriba y el camino hacia abajo es uno y el mismo”
(Heráclito. Fragmento LXXX)
Si se tratara de una simple constatación de la dualidad, de la manifestación de los contrarios, ¿habría mencionado Heráclito el camino? Se hubiera limitado a hablar de arriba y de abajo. Tiene que haber algo más. El camino es acaso el accidente físico que más se ha transformado en imagen visual ilustrativa. Arraigada como está su enunciación común en nuestra sociedad, decimos con frecuencia venirte arriba y venirte abajo, los de arriba y los de abajo, los que suben y los que caen, los que llegan y los que se quedan…por el camino. Como recurso de lenguaje, pero también como indicativo de conducta, hablar de la senda o del camino ha servido siempre para revelar el acierto o el error en nuestros comportamientos. Es dinámica en la aparente quietud. Designa en definitiva el principio y el fin de las cosas, en su turnarse perpetuo, sin que haya meta ni origen absolutos. Se trataría de la idea de los ciclos de la naturaleza. Del crecimiento y reflujo de la vida de cada especie. De la progresión y retroceso en los acontecimientos humanos. El camino es el elemento -nunca estabilidad, siempre movimiento- pero se manifiesta como unidad. Es la dinámica la que otorga lo singular en un mundo de probables opciones no sustancialmente diferentes. Y éstas siempre se desarrollan en el mismo punto fluctuante. Los fenómenos naturales, los ciclos, la vida animal y humana, la historia, las transformaciones físicas y químicas del universo. Todo fluye en un acontecer que denomina Heráclito el camino. El camino es el acontecer.
Imagen. Tomada de http://joachimmalikverlag.blogspot.com