"Vivir de miedo del hombre. Desaparecidos los animales feroces, despejados los terrores del cielo, agradables distracciones en comparación, no queda más que el hombre como fuente única del miedo. Tan fuerte, en las metrópolis, como para transformarlas en rocas desmesuradas del miedo del hombre por el hombre, en organizaciones de miedo. Asociarse, en su interior, dotarse de formas de autodefensa feudal, en una irrefrenable inundación de recíproca desconfianza. Un cristal blindado, capaz de resistir al lanzamiento de una bomba, separa a un empleado de quien solicita un sello. El estado que mejor protege de la delincuencia individual es el Estado del Terror, que practica la psicotomía y la noutomía a todos los ciudadanos protegidos. Detrás de la puerta, la vorágine abierta, en la que nos precipitamos, el hombre."
Los hombres del miedo se protegen de los hombres del miedo. El hombre y sus obras, el hombre y sus intervenciones, el hombre y su cosmos, donde el mundo exterior a su propia invención parece una bagatela. Una trampa primera: la naturaleza no es tan inocua ni está tan controlada como el ser humano se pensaba en los últimos años. Hasta hace poco hemos vivido como si no fuera obstáculo la naturaleza. O, al menos, una dificultad controlada. Los últimos acontecimientos llegados de la mano del llamado cambio climático no nos garantiza ya esa seguridad. Trampa segunda: se suponía que las sociedades habían evolucionado debido a un esfuerzo colectivo, a un empeño convergente. Desigual, injusto, desequilibrado, clasista. Como se quiera, pero hilando colaboración, mayormente forzada (aquí habría que cuestionar lo de la colaboración, pero dejémoslo de momento) Sin embargo, el miedo del hombre al hombre, que siempre le ha tenido en guardia, en choque y en observación, ha construido una vida de autodefensa desmesurada. Del hombre frente al hombre. Hombre ciudadano frente a Estado deshumano. Defensa contra defensa, ataque contra ataque. Nada nuevo en cuanto a práctica, que es muy antigua; sí en la calidad de los riesgos que sitúa a los hombres contra los hombres. Y lo que es peor, en la actitud cotidiana de vivir, mirando para todos los lados. Donde ya no se sabe si el ciudadano y el Estado son aliados o víctima y depredador. Hombres piramidales.
Texto e imagen. El texto que encabeza el post pertenece a El silencio del cuerpo, de Guido Ceronetti. La imagen, extraída de http://joachimmalikverlag.blogspot.com.
Que texto interesante el que nos presentas. La naturaleza se ha enfadado y no me extraña, acaso no se defienda, simplemente esté siendo lo que el hombre al olvidado: natural.
ResponderEliminarEl miedo también es natural, pero cuando se engendra en la manera que tanto Ceronetti como tú lo indicáis, ya no es miedo, sino paranoia. Y lo peor, colectiva. A una cosa parece que sí hemos llegado y ha sido a la colectivización de ese miedo. Pero en esa colectivización queda solo el individuo, aunque no consciente de sí, sino enfermo por aquello que desde lo más alto de la pirámide pretende que éste vea.
...traigo
ResponderEliminarsangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
COMPARTIENDO ILUSION
ALMA BARBARA
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE ALBATROS GLADIATOR, ACEBO CUMBRES BORRASCOSAS, ENEMIGO A LAS PUERTAS, CACHORRO, FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER Y CHOCOLATE.
José
Ramón...
Ataúlfa. Es un tema duro de roer. El miedo como parte del mecanismo del funcionamiento social ha existido siempre. ¿Por qué ahora es más paranoico? La carrera del armamentismo nuclear va por ahí. ¿Y en la vida cotidiana? Esa obsesión por las cámaras que registran al viandante, al cliente, al que va al ocio, etc.
ResponderEliminarNo sé. Lo que cada individuo interioriza se proyecta colectivamente. Por otra parte, Ceronetti es muy irónico, muy cáustico. Te recomiendo el libro. Por cierto, suya es la mejor edición que conozco del Cantar de los Cantares. Fascinantes ambos. Volverá a pasar por almas bárbaras.
Gracias, José Ramón.
ResponderEliminarAhora es más paranoico porque nos bombardean mediáticamente. De todo se ha desconfiar. Ya no son sólo las cámaras que ponen en las calles y los comercios, sino las que el individuo utiliza sin ningún derecho con su móvil, su cámara de fotos, su cámara de grabación...Grabados constantemente. Fotografiados ad infinitum. Miedo al otro en tanto que invasión del otro y/o viceversa. Da para largo y tendido.
ResponderEliminarGracias por la recomendación. Otro más pendiente de lectura.
Un abrazo
Qué razón tienes, Ataúlfa. O mores!
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