miércoles, 15 de febrero de 2012

Otro adagia de Wallace Stevens



“La religión depende de la fe. Pero la estética es independiente de la fe. Las posiciones relativas de ambas podrían intercambiarse. Es posible establecer la estética en la mente individual como algo inconmensurablemente más grande que la religión. Su estado actual es resultado de la dificultad de establecerla en otro sitio que la mente individual.”


(De Adagia, de Wallace Stevens, Ediciones Penísula/Edicions 62, colección Poética)




Me preocuparía que la estética estuviera sujeta a la fe. No sé si alguna vez lo estuvo. Otra cosa es que los partidarios de la fe proporcionaran un guión al artista y ajustaran sus contratos oportunos. Y sin embargo, la estética ganó siempre la partida a la fe religiosa, si bien concediendo a ésta su manera expresiva genética, digamos, y particular. Pero si lo que quiere decir Wallace Stevens es que la supremacía estética debería ser considerada por encima de la creencia religiosa y regir la mente de los hombres pienso que va en la dirección correcta. La obra estética ha desbancado siempre a los principios dogmáticos cuando se ha contemplado. Los adeptos a la religión han advertido la obra percibiendo su belleza y su propio programa por encima del guión que se desarrolla paralelamente y que protagoniza escenas hagiográficas o de apostolado. Aunque las Iglesias alardeen de que el arte es catequesis hay que reconocer que el arte se impuso no solo a la tarea difusora de la organización sino a las mismas ideas clericales. La estética ha mostrado en todo tiempo, de modo arrasador, su particular cielo. Siempre me he preguntado si de hecho no ha sido el lenguaje estético el que ha estado actualizando de manera permanente las premisas doctrinales y las narraciones impulsadas por la religión (tema aparte sería la posesión de poder y la imposición que las Iglesias han desarrollado impunemente sobre las conciencas de los hombres) Se ha constituido acaso en el verdadero garante de la transmisión y persistencia de todo el montaje de ficción religiosa, papel que no ha jugado tanto la divulgación de la doctrina en sí. Y sobre todo ha favorecido el acceso y la acogida de ésta. Justo donde la fe no llega jamás, llega la estética. Eso explica que a los que no observan religión ni doctrina alguna les pueda seducir la obra de arte concentrada en las iglesias o sobre tema religioso o recogida en los museos. Porque donde la religión fracasa en su pretendida llamada ética, ya que lo que defiende no es sino ideología para controlar la sociedad y en esa tarea se traiciona a sí misma, la estética se manifiesta con vocación vinculante y luminosa. La estética y la moral van de la mano. Hace siglos que la estética navegó por océanos donde la fe naufragaba, abriendo nuevas perspectivas. Paralelamente, la ciencia, que tiene mucho de estética, también lo hacía. Si la política y la sociedad fueran algún día capaz de escucharlas, la dimensión del género humano cambiaría sustancialmente en el orden de su conducta. Mientras el proceso avanza, la mente individual resulta un lugar libre y acogedor para seguir garantizando la pervivencia honesta e imaginativa del concepto estético.  


6 comentarios:

  1. La estética sujeta a la fe te preguntas... pues creo que podríamos preguntárselo a Caravaggio...
    Saludos...

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  2. Me parece que la clave se encuentra en la "armonía", esa clave oculta que nos identifica y que podría tener que ver con el sonido, la vibración, las cuerdas, ya sabes. Bs.

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  3. El asunto que planteas es complejo de narices. Por un lado, en el entramado de lo religioso debieran diferenciarse al menos tres niveles: la religiosidad como experiencia, la religiosidad como estructura de ideas fraguadas en relatos y tesis(las teología) y la religión como institución social fundadora de un "nosotros" que da carta de posibilidad o cancela los otros niveles (la experiencia y la idea). En todo estos espacios juega la estética (o el arte, al que quizás se refiere todo el texto) y esta, por su parte, tampoco es unívoca en su sentido, pues cabría hablar de una experiencia estética, el conjunto de relatos que crean el cuerpo de lo artístico (las cristalizaciones de la estética o el arte en todas sus dimensiones, discurso, estilos etc.) y la institucionalización de la estética en programas, escuelas, mercados, ARCOS....

    Cada uno de estos escalones del arte y la religión pueden combinarse de mil y un modo, y cabe - para no ir más lejos - poner en paralelo los dos tipos de experiencia (la estética y la religiosa)mostrándolas como un mismo tipo de experiencia inicial que se escribe de modos diversos. En cualquier caso, el bando estético no es siempre "trigo limpio" y cabe mostrar ejemplos de estetización de la política y des-sacralización de la misma que implican la quiebra de la ética - así en los totalitarismos fascistas - como ilustraciones muy poco agradables para el alma bella que, en tu texto, se traduce.

    Que la estética -o el arte- se constituya al margen de la fe puede ser aceptable y sano. Pero no hay fronteras limpias.Sin embargo, que se garantice a priori un plus de humanismo o una esperanza de progreso del género humano por la apuesta por la estetización o las artes como si fuesen la alternativa a los excesos y tinieblas de lo religioso es asunto menos evidente.

    Creo que los espacios de la religión y la estética - como sus experiencias, discursos e instituciones - se solapan en muchos de su puntos y que, dependiendo del caso, el resultado escribe lo bello y lo siniestro. No creo que la mejor cara del arte y la religión puedan convertirse en legado sin encontrar en los pliegues las esquirlas de lo peor.

    Un saludo

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  4. MariC. ¡Caravaggio! Ya me respondió hace tiempo, sobre todo desde que vi en Madrid una exposición de obras suyas en directo. Muy acertada tú, sí.

    Gracias.

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  5. La armonía, por supuesto, MJ. Una cualidad vital que no solo tiene que ver, sospecho, con los instrumentos, las herramientas, los sonidos o los ritmos relacionados con cualquier obra. Debe haber otro flujo interior en el individuo que le lleva a preservar su independencia y a explorar la espiral de búsqueda. Donde la mera y limitada (por no decir ya falsa) idea de la creencia cerrada no puede llegar nunca.

    Abrazo.

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  6. L, eres tan preciso que poco puedo añadir. Eso sí, coincido contigo en que el lado estético no siempe es limpio. Que ha estado al servicio de los totalitarismos...¿pero con qué resultado? No es lo mismo la estética al servicio de los faraones, donde se indagaban y se ponían en valor tantos mundos (la ingeniería, la talla, la pintura, la arquitectura, los símbolos,etc.) y todo ello para una función exigida por las castas o el hijo de Ra que la reproducción escasamente novedosa durante el Tercer Reich, donde la impronta grecolatina no fue superada, por mucho perfeccionismo que aquellos paranoicos quisieran imprimir a sus megalomanías (tengo en mente el urbanismo de Speer también)

    Del realismo socialista...bueno, hay cosas espectaculaes, no obstante la función exaltadora inmediata. Pero muchos artistas superaron o metieron cargas de profundidad personales en las obras encargadas on-PCUS. Una de las maravillas a mi gusto fue "Caballería roja", de Malevich y su manera de sortear la imposición estaliniana a una obra original propia, abstracta, bueno ya sabes cuál fue la solución, eoss jinetes que es imposible verlos como el ejército rojo. Son algo más.

    Por supuesto que arte y fe no van de la mano siempre, en el texto se habla solo de la que va. Pero mira la cantidad de obra no religiosa (de ninguna clase) que hay en la historia, claro, sobre todo en los tiempos modernos. Probablemente, los grandes estilos del XIX y XX no se habrían dado sin la Ilustración. Rotura total con las religiones e iglesias. Concepción del mundo renovada, aunque en algunos casos el animismo africano, por ejemplo, influyera, jaj.

    Naturalmente que hay una complicidad entre estética y religión. Ambos quieren resultar vencedores en el pulso. La primera porque regatea las tesis religiosas, imponiendo criterios rompedores. La segunda, porque si el resultado ha satisfecho a la rica autoridad cristiana que paga la obra, la hace suya y la considera catequesis. Pero siempre hay un más allá. Pasa el tiempo y el legado estético permanece. Imagina que un día la Iglesia no existiera, pero todo el arte más o menos sacro sí. ¿Qué admiraríamos? No hace falta hacer ficción: yo me extasío ante la obra de las culturas africanas sin apenas conocer sus creencias históricas. Ya ves.

    Incorporo tu aportación a mi pequeña enciclopedia mental, siempre en construcción. Un abrazo, castellano.

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