martes, 22 de marzo de 2011

Conversando, y opina Kenko Yoshida



“Casi todo lo que se dice en las conversaciones es mentira. ¿A qué se deberá? ¿Será porque la verdad no es interesante?

Todos tendemos a exagerar cuando nos referimos a cosas de las que hemos sido testigos, pero, tratándose de hechos de los que nos separa el tiempo y el espacio, inventamos todo lo que nos viene en gana. Más tarde estos hechos, puestos por escrito, se convierten en verdades reconocidas.”


(Texto de Tsurezuregusa (Ocurrencias de un ocioso), del monje japonés Kenko Yoshida, edición de Hiperión, 2009)



Se puede afirmar que en los tiempos modernos las conversaciones han evolucionado. Acaso más en la forma que en el fondo. Siempre me he preguntado qué es lo que lleva a mantener conversaciones. ¿Se habla para encontrar la verdad entre todos? ¿Siquiera para establecer acuerdos en temas de interés común? ¿O nos limitamos a mantener posiciones con las cuales nos exhibimos, buscando refrendo y que los demás nos den la razón? En ese ejercicio de conversar hay prisa por imponer nuestros criterios. Esa prisa  lo único que demuestra es nuestra ansiedad por creer que somos portadores de razón. Equivocamos nuestros descubrimientos y aquellas incidencias subjetivas que han funcionado, relativamente, en nuestras vidas para generalizar y alardear con ellas. Como es probable que la conversación se amplíe y toque temas cuya comprobación dista mucho de haber sido tocada por nosotros, entonces hacemos ficción. Es posible que ya esa práctica sea más antigua que la que Kenko Yoshida denuncia en su Tsurezuregusa (Ocurrencias de un ocioso) hace siete siglos y pico. Sobre lo que hemos tocado de cerca desfiguramos los hechos en función de nuestros intereses y resultados. Con mayor razón tendemos a exagerar o desfigurar lo que no conocemos, a veces por estar en la onda. Acaso la influencia de la televisión nos haya conducido todavía más a estos abusos. Hay demasiados temas en el ambiente, y no sabemos canalizar una indagación sobre ellos. ¿Debemos entrar al trapo solo por lo que se nos pinta en un boletín de noticias o en un programa de opinión dirigida? ¿No sería mejor callar si no sabemos? Es triste que las verdades reconocidas surjan de la invención y no de la comprobación. Más triste resulta que indagar y recabar la verdad no nos interese. El mundo sigue siendo muy intrincado y denso para la fragilidad de los humanos. Si el hombre quisiera ser fuerte comulgaría más con la prudencia y menos con el compromiso formal. Así estamos.




La imagen fotográfica superior es de http://presenciadeespiritu.blogspot.com/





2 comentarios:

  1. Quizá sea maravilloso que la verdad más objetiva se aleje mucho de lo que se plasma en las conversaciones. Lo más probable es que las sentencias que uno establece como vrdaderas en una conversación no son más que la interpretación emocional que hacemos de aquello que estamos tratando. Muchas veces es como leer un periódico, sólo en la forma de quien escribe ya sabemos el juicio de valor que se establece sobre un hecho.

    Al márgen de esto. Para mí, una conversación es algo muy alejado de un intercambio de verdades; Es sólo la necesidad de establecer un vínculo emocional con aquellos que participan en ella.

    Me ha encantado tu blog. Te sigo

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  2. Pigmalión, me alegra verte por aquí.La verdad más objetiva, como bien dices, siempre está ahí y, sin embargo, distante. Involucra tantos individuos, tantas situaciones, tantos factores que esulta complicado definirla. Las sentencias o frasecitas categóricas que aseveramos en una conversación son producto de rodaje: acumulación de experiencia, mayor o menor, más rica o más pobre, más correcta o más errada son otras cosas. Pero opinamos en función de lo que hemos procesado en nuestras informaciones a lo largo del tiempo, y de modo desigual, obviamente. Tampoco me fío extraordinariamente de quienes aparentan conocer temas en profundidad, vaya usted a saber. Por eso hay que ir distinguiendo el grano de la paja.

    Que el volcarse emocionalmente a dar opinión existe, indudablemente. O simplemente, a participar, a que no se nos vea peces, a mantener convencionalmente un encuentro. Y hay de todo. Hay quienes se mantienen distantes y muy estereotipados en sus opiniones (que no necesariamente implica criterios) y hay quienes arriesgamos más, aunque se nos vean plumeros y no les guste a algunos lo que pensamos.

    Naturalmente, uno va siendo más cauto. Recuerdo de joven que era como tú dices: impulsivo al opinar, aunque lo hiciera sobre criterios poco firmes. Pero tenía su valor, y mucha gente lo apreciaba y se abría. Con el tiempo uno ve tantos tipos y tipologías que rehúye comentar: ya se sabe por dónde va a ir fulanito en cuanto sale un tema y hace un enfoque mínimo. Creo que coincidimos en nuestras apreciaciones, ¿verdad, Pigma?

    Bueno, creo que tu intervención me ha estimulado de nuevo. Tenía un poco parado el blog desde hace un mes. Acaso en breve cuelgue algo nuevo sobre cosas que uno lee. Por cierto, se admiten propuestas.

    Adelante.

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