viernes, 13 de mayo de 2011

El aplazamiento del saber, según Hrabal



“Para mí ya no existe ningún peligro, no tengo motivo alguno para advertir a nadie de la violencia de las dudas y de los errores cometidos, todos los consejos que recibí y ofrecí demostraron ser sólo vanidad de vanidades, cada persona, y por eso el mundo entero, no hace nada más que lanzarse de cabeza a la desgracia, y voluntariamente; pero sólo tras caer en lo más bajo se encuentra la verdadera luz. La luz in tenebris, eso sí, cuando ya es demasiado tarde. Y cuando ya es demasiado tarde, se alcanza la verdad que es siempre más que cualquier ficción. La ficción es siempre un bellísimo aplazamiento del conocimiento. Aunque la ficción es siempre más que una ideología, más que cualquier idea política. Un epílogo es siempre más bello que un prólogo lleno de esperanza. Si en la antigüedad los ancianos solían situarse en el primer plano era porque la vejez tiene al alcance de la mano la propia juventud inundada de luz…”


(Bohumil Hrabal, Quién soy yo. Traducción Monika  Zgustová, editado por Ediciones Destino Áncora y Delfín, 1992)






Una conclusión que se va intuyendo antes o después. Que por mucho que te digan  -qué dados eran los padres en nuestra infancia a cargarnos de consejos y admoniciones varias que no podíamos entender-  se vive tropezando, haciendo del error conducta y de la caída práctica consuetudinaria. La paradoja es que aprendemos, algo, gracias a esa caída. Sin tener muy claro que vaya a evitarnos la próxima. Pero esos errores, desvíos o caídas, ¿son motivados por el mundo de ficción en sí o por lo difícil que resulta vivir entre dos mundos? Necesitamos el mundo de ficción no sólo como elemento de supervivencia y de suavización de las asperezas, sino como camino más posibilista y luminoso para la indagación, el descubrimiento, el acierto. Es muy inteligente y sabia la frase de Hrabal: la ficción es siempre un bellísimo aplazamiento del conocimiento.  Paralelamente al aplazamiento se va sabiendo, pero se va usando exclusivamente el saber. La edad provecta trae consigo la sabiduría de la comprobación, y ahí reside el rejuvenecimiento del individuo. El hombre se vuelve joven al tocar ciertas zonas de verdad que se reafirman con los años. Ver el fondo, la luz en las profundidades, la transparencia de la gravedad, la pesadez de lo leve, el valor de lo imaginado. Propiedades que se muestran y colman el tiempo que va alcanzando cada ser. Pero el tiempo no es el calendario, es la manifestación. Lo que ocupa cierta claridad de conceptos, cierta consolidación de las dudas, cierto acomodo en lo intraspasable. ¿Qué tiene el epílogo de la existencia de cruda manifestación y de juego a los dados con la ficción? Respuesta aplazada.




8 comentarios:

  1. ¡Cuántas veces la ficción nos ayuda a sobrellevar la cruda realidad, a soñar, y nos da fuerzas para seguir luchando! Es ella la que nos mueve, en ocasiones hacia el saber, y otras nos hace caer, para volver a levantarnos aprendiendo del error. Prefiero equivocarme que no hacer nada.
    Saludos, y un abrazo.

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  2. Hondo lo que dices, Carlos. Y cada vez percibo yo también el valor de la ficción, porque para mí supone el otro brazo con el que pulsar el día a día. El no hacer nada, permanecer opaco, paralizado, mudo, mirando la inexistencia...es nefasto, personal y colectivamente, y muchos van por ahí. Les temo.

    Gracias por opinar y por saberme embarcado en la búsqueda análoga que hacéis otros.

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  3. Me parece una soberbia entrada. No se si por la parte de experiencia que me toca, seguramente sea eso, pero consuela mucho saber que es un sentimiento tan unitivo con algo que supuestamente es considerado como realidad a través de la experiencia del paso de los años. Un fuerte abrazo.

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  4. Entender lo que dices, sentirlo como propio me produce una extraña sensación de satisfacción e inquietud pues estoy segura de que hace unos pocos años no lo habría sentido ni entendido.
    Gracias.

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  5. Emejota. A mí también me entusiasmó lo que dice Bohumil en ese texto. Para mí es un autor entrañable que me hace revivir la vida en Praga, más allá de los tópicos, los autores del submundo y los etnográficos. Y eso que me gustan todos.

    Ah, los años, la edad, quiero decir, nos enseñan tanto...disfrutémoslos. No añoro tener menos años, te lo aseguro. La plenitud no estaba allí.

    Un abrazo.

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  6. Mercedes, por ahí van los tiros. Creo que en ese punto coincidimos todos. Y en general sucede con la literatura y con todos los aspectos. Ahora es cuando captamos las esencias de la vida. Antes fue solo probar.

    Esas sensaciones que dices percibir me tocan a mí también. Gracias a ti, uno se siente comprendido con vuestros comentarios.

    Bohumil: ¡Gracias!

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  7. Hoy toca silencio respetuoso (por lo talentos ajenos).
    Un saludo

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  8. Disculpa, RAB, pero no capto el sentido de tu comentario.

    Saludos.

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