miércoles, 9 de febrero de 2011

Incierta presencia del planeta (Starobinski)



“Dedicamos hoy nuestra atención al destino del planeta entero, cuando nuestra preocupación por Europa persiste y cambia una vez más de  naturaleza. Pero ¿podemos recurrir a un pasado mundial común? Tendríamos que remontarnos a la invención del fuego…El orden del mundo está por hacer, no por rehacer. No es un legado que haya que volver a encontrar, es por entero tarea nuestra. Pueden ser construidas tantas cosas, y sin embargo tantos valores a los que estamos vinculados amenazan con degradarse. Naturalmente, hubo, a varios milenios de distancia, un mundo de civilizaciones meso-orientales y mediterráneas, como hubo un mundo americano precolombino. Su conocimiento es muy valioso por más de  una razón, pero ¿nos ofrecerá éste los medios que necesitamos para entrar en el mundo del siglo que viene? Tras la guerra de 1914, Paul Valéry evocaba los nombres de Susa y Persépolis, como prueba de que las civilizaciones son mortales y que las naciones de Europa podrían conocer el mismo destino.”


(Jean Starobinski, Incierta presencia, 1996, recuperado e incluído por Cuatro Ediciones en 1999 bajo el título de Razones del cuerpo)



No hay paraísos perdidos ni hubo jamás mundo feliz. Ni siquiera el mundo del pasado lo era de certezas. Mucho menos de plenitudes. Esa idea tan extendida común y equívocamente que se expresa como hay que recuperar la tierra o los valores o el sistema de vivir primigenio o la paz o el comunismo primitivo desfigura y desmoviliza. La expresión de los sistemas de organización, de obtención de bienes y de vida social probablemente nunca fue la misma y a la vez para unas y otras zonas del planeta. Al menos, no desde el nacimiento de la agricultura, de la ganadería y de las ciudades. ¿Y hasta qué punto en el paleolítico o en el eneolítico pudo haber una extensión generalizada de usos y costumbres? Es algo que los avances rápidos de la arqueología y la antropología lo aclarará no tardando mucho. Pero no se trata de invocar el pasado lejano y utópico (en el sentido de ficticio e inexistente) como respuesta al presente y menos a lo venidero. No es en la dirección de restaurar nada hacia donde hay que dirigirse. El problema fundamental del planeta, su degeneración y factible destrucción, se ha agudizado tanto que es cuestión de vida o muerte el encararlo. La demografía y el reparto injusto y desigual de la riqueza  -lo que supone el mantenimiento de un sistema de producción y distribución contradictorio y anquilosado en sus propia fijación por la obtención del beneficio a cualquier precio-  agravan y condicionan la conservación en el futuro de un ámbito donde vivir. Algo que se sabe y no se niega, pero sobre lo que no se toman medidas efectivas y no pasa sino de declaraciones de principios. Nadie previó un mundo tan habitado y depredado por nuestra especie. Nada fue escrito en el pasado y Nostradamus es una patraña. La cólera y el riesgo de la Tierra ha surgido fundamentalmente de los humanos y se ha precipitado en poco tiempo. El futuro, como dice Starobinski, está pendiente de hacerse. Y hay que levantarlo de forma nueva y con participación global. Acaso sin modelos, pero con referencias. En ese sentido, el conocimiento de las sociedades pasadas sirve para no repetir errores y conocer más el alma humana colectiva. Pero por sí mismo no proporciona herramientas de construcción y consolidación. Como mucho, de rectificación. No perderse en añoranzas de mundos inexistentes. Afrontar lo real y hacerlo de manera contundente e impostergable es la consigna para la supervivencia.





4 comentarios:

  1. Algunos sociólogos (el laureado Touraine -cosa sospechosa-, entre otros) creen que el vínculo social ha desaparecido. En su lugar tenemos subjetividades de consumo, aisladas que intentan llenar su vacío existencial desde las ambiciones narcisistas al uso, precipitándose así en una espiral de insatisfacción permanente muy rentable. Son muchas las voces que hablan de reconstruir el modelo social, desde las propuestas marginales como el abandono de la ciudadanía de Petit hasta las propuestas de compromiso movilizador de Bourdieu (por citar dos ejemplos). A mí me parece fundamental transformar las bases, la producción de subjetividad y formas de vida, como dices desde el estado de cosas actual y lo posible (lo real). Entonces hablamos de una pedagogía de la emancipación (la autorrealización que decíamos en otros posts)... tal vez sea cuestión de repensar a Viktor Frankl y modos similares (o no) de intervención en la producción de realidades...

    Gracias por tus posts, saludos :)

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  2. Lo que me hace gracia siempre de los pensadores (no discutamos ahora hasta qué punto lo son) es que pretendan llegar a conclusiones y categorías que acaso dentro de un tiempo tengan que rectificar. ¿Recuerdas aquello del “fin de la historia”, que como metáfora circunstancial podía ser bonita, y acaso ni eso, pero nada más? Es cierto que el disparo de las subjetividades de consumo, como dice/s, ha conformado una nueva individualidad o tribalidad o comportamiento colectivo social más amplio. A mi lo que me preocupa de ello -además de la locura productiva y consumista que gasta y desgasta a los individuos, a sus familias y depreda el planeta- es que la población está identificando libertad con consumo, individualidad con consumo, sentido de la vida con consumo. ¿Eso es todo? El consumo se ha instalado acaso como la nueva moral mayoritaria, y las ideas políticas, y la creación artística, y la imaginación literaria son subsidiarias y/o ignoradas

    La cuestión de las transformaciones, a mi modo de ver, es que nunca obedecen al voluntarismo directo de las élites políticas o ideológicas. Con frecuencia, estas élites se aprovechan y benefician de los cambios subterráneos, de la propia evolución difícil de medir a tiempo en las sociedades, aquí y en el mundo chino o en el islámico.

    Dices: “A mí me parece fundamental transformar las bases, la producción de subjetividad y formas de vida”. Mas no lo veo claro. O ello es resultado de una evolución más consciente de la población o no sé ahora mismo cómo podría realizarse. La pedagogía de la emancipación tiene que nacer y crecer en uno mismo, valorando el entorno, relacionándose con él pero a la vez manteniendo distancia con él. Los desafíos de las sociedades laicas son fantásticos. Generan dificultades y enigmas, pero es el desafío del saber situarse, lo cual implica a su vez el desafío y el tesoro de la libertad personal. Esto es algo que las religiones no pueden aportar, salvo que se dejen tocar por la laicidad. Tema largo, unas cosas llevan a otras. En fin.

    Gracias por intervenir.

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  3. No olvidemos ese cómputo de coste y beneficio que se aplica hasta en lo más íntimo de nuestras vidas.

    Todo esto nos lleva a muchos temas, sí. Por ejemplo, comprendo que se dice que una sociedad es laica en tanto que el clero no tiene participación en las decisiones de estado. Como consecuencia no se impone una doctrina teológica a los integrantes del país. Sin embargo, ¿hasta qué punto el concepto de religión se agota en las doctrinas teológicas y sus prescripciones conductuales? ¿No sería una especie de religión, entendida como expropiación de la posibilidades de uno mismo, la economía?

    Desde luego el deseo nace y se realiza en cada uno, pero no está de más crear condiciones simbólicas (de pensamiento y de valores) que lo permitan -como el truco del ideal dominante de libertad-. Me parece que ampliar la noción de religión, o de expropiación de las posibilidades de realizarse en el amor -y no en la sumisión-, a las nuevas formas de sometimiento social es imprescindible para situarse.

    La verdad es que son temas muy complejos y me falta tacto para abordarlos, así que lo hago de manera superficial. Pero, poco a poco, voy aprendiendo cosas... :D

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  4. Por supuesto, el concepto de rligión puede ser más amplio que el de las religiones reconocidas como tales. ¿No ha habido un dogmatismo religioso en ciertas ideologías políticas de moda en el siglo XX? Sería cuestión de hablar sobre qué entedemos acerca de "religión" (= vínculo) pero creo que eso nos desborda el marco del tema de hoy.

    El clero y su jerarquía, ya que lo nombras, tal vez no tiene intervención directa en el estado Español. Pero tienen poder en enseñanza, en parroquias, en facultades propias, y perciben ingresos directos del Estado. ¿Intervención indirecta? Larga mano, diría yo. Para pedir y para controlar.

    Son cuestiones muy interesantes las que planteas. A pensar y a madurar, y a separar el grano de la paja.

    Gracias.

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