(De Adagia, de Wallace Stevens. Edición de Ediciones Península, 1987)
Una careta, un reflejo, una sombra, un endulzamiento. Cualquier cosa puede ser una metáfora. Pero la humanidad se acostumbró pronto a tomar la metáfora como la realidad. He ahí lo del dios. Insuficiente, obviamente. La metáfora sirve para desvirtuar lo real, y también para reconducir la realidad en otra dimensión. La metáfora edulcora, pero lo que se toma no es la metáfora sino la realidad descarnada. Gusto por utilizar la metáfora de lo relativo. Disgusto por convertir la metáfora en metáfora y envenenar el corazón de las almas.
La fotografía superior está extraída de http://joachimmalikverlag.blogspot.com. En la fotografía inferior Wallace Stevens.
un resultado que desafía la crisis mundial
ResponderEliminar¿Las metáfotas como máscaras? Asombroso. Nunca se me hubiera ocurrido. Y yo que me pensaba que era una mera figura literaria, un tropo. Ya veo que todo tiene su proyección en más y más. Lo pensaré.
ResponderEliminarInteresante el planteamiento de este blog.
Un saludo.
Anónimo: hay tantos resultados que lo desafían todo. Fortaleza y denuncia. Gracias.
ResponderEliminarBueno, siendo tropo, Andrés, no solo se queda en figura. Es eso, metafigura. Llevar la realidad al plano de la metáfora es inevitable. Tal vez nos salve un poco, pero depende de las intenciones.
ResponderEliminarSaludos y pasa cuando quieras.