sábado, 15 de enero de 2011

Comte-Sponville y su verdad




“¿Quieres que te diga la verdad? La filosofía no tiene ninguna importancia. Las novelas no tienen ninguna importancia. Solo cuenta la amistad; solo cuenta el amor. Digamos más bien: solo cuentan el amor y la soledad. O aún mejor: solo cuenta la vida. Los libros forman parte de ella, sí, y eso es lo que les salva. Pero no por eso la vida deja de seguir su curso…Los libros forman parte de ella pero, ¿cómo podrían contenerla? Hablan de ella pero, ¿cómo podrían reemplazarla? A lo sumo pueden decir la verdad de lo que vivimos, esa verdad que no está en los libros o que no puede estar en ellos más que porque está primeramente en nuestra vida. Verdad del sufrimiento y de la alegría, de la entereza y del cansancio, verdad del amor, verdad de la soledad… ¿Para qué sirve si no la filosofía? ¿Para qué sirve la literatura? Y sin amor, ¿de qué sirve vivir? Sigo citando a Laforgue: ¡Qué solos nos encontramos! ¡Qué triste es la vida! Sin embargo, ahí nace el amor, y la alegría, la única auténtica alegría, que es la de amar.”



Las aseveraciones del filósofo francés son muy au goût français, piensas. Y no se puede decir que no sea así. También tu experiencia pasa por la percepción de la vida. No solo en el vivir por inercia, sino por esa relativa certeza de que al vivir tocas, sientes, te ubicas, comprendes. Y es la medida de esa vida concreta la que permite que te entusiasmes con lo lees y se ratifique tu vida en lo que lees. Entonces leer, que siempre había consistido en una especie de exploración que a veces no te revelaba nada, o que te desfiguraba todo, se constituye en un ejercicio que desciende al nivel de tus pisadas. Porque son tus pisadas las que dan consistencia a lo narrado por otros. O bien desacreditan lo referido por otros. Las pisadas de uno son la base de la verdad. Y el encuentro de la narración con tus pisadas obra sobre ti con la doble garantía. Empiezas a percibir la verdad de un texto si antes habías comprobado la verdad en tu piel. Comte-Sponville refrenda la verdad en esas demostraciones en que las emociones se imponen al lógos. Y los textos se vinculan con las actitudes emocionales del hombre. Relativización de las lecturas. Pero necesidad de las lecturas, si entroncan éstas con tus ganas de vivir. Tu particularidad. Tu identidad.



Texto. Parte de una entrevista de Judith Brouste al filósofo francés André Comte-Sponville, aparecida en el libro El amor. La soledad, de Comte-Sponville. Imagen. Representación de una de las letras del Alfabeto Fantástico del grabador alemán Master ES.

9 comentarios:

  1. Lluvia de Estrellas17 de enero de 2011, 21:42

    Corren malos tiempos para el amor, salvo para el platónico, claro, que es más duradero.
    Fuera de bromas, verdaderamente, como dice el filósofo, el amor y la amistad es lo que importa, pues es en la mirada del otro donde nos reconocemos, nos medimos y somos conscientes de nuestro propio ser. ¿De qué sirviría la filosofía o la literatura si no fuese así?
    Bienaventurado quien se haya visto reflejado en la mirada del ser amado, quien se ha medido en el abrazo de un amigo, pues ha sentido la alegría de vivir.

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  2. Paso de comentar lo que dice Comte-S. porque me parece una serie de lugares comunes y que como dice Aa.Bb. es fácil estar de acuerdo con ello.
    Pero sí me parece más interesante lo que dice Aa.Bb., pues leer sería algo así como re-leerse a uno mismo en lo que otro ha escrito por él. Y esto, más que nunca en estos tiempos inanes que nos oprimen, es la vida,es esa lectura vital, es para la vida y puede cambiar la vida, o darle un sentido, o mejor diré un placer, puede que solitario, y suele serlo, pero no importa,hay que recuperar al ser solitario, no gregario, al individuo que va difuminándose y que al fin y al cabo es el que sufre, ama, y muere. La sociedad es un ente inmortal, siempre se rellena, "nadie" le es imprescindible, pero "nadie" dejó ciego a Polifemo...
    saludos cordiales
    k

    Un cordial saludo
    k

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  3. ¿Por qué siempre se acaba preguntando al servicio de qué podría encontrarse la literatura y la filosofía? Si hubiera que contestarse a tal pregunta, pues yo también me la he formulado, diría que al de ninguno y al de todo. La literatura y la filosofía no sirven per se y ahí radica su verdadero valor. De l'inutilité pour l'inutilité. O como diría Wilde: "art is the most unseful thing in life".
    La experiencia de la vida es tan distinta a la experiencia del acto de leer. Sus horizontes tan divergentes...Y sin embargo, ahí sí coincidiría algo con el autor, a veces el pensamiento y las palabras son tan difíciles de comprender si no se ha vivido antes. Pero, al mismo tiempo, el pensamiento y las letras en cualquiera de sus formas son capaces de hacer que vivamos de otra manera totalmente distinta. De moldearnos, de transformarnos.
    No podría vivir sin amor, pero tampoco sin libros ni pensamiento, pues estos forman parte de mi vida.
    Un abrazo

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  4. Lluvia. Tus palabras son hermosas, pero si me permites uno busca el matiz y la amplitud en la discusión sobre el tema. El amor es una corriente sorpresiva que se filtra en los buenos y en los malos tiempos. Como el morir. Eros/Tánatos es un eje vital. No niego que nos reconozcamos en la mirada del otro, y no sólo lo hacemos a través del amor, sino también a través de la cooperación, de lo compartido, del esfuerzo grupal. Mas medirnos a nosotros mismos y saber qué podemos dar de sí me parece un ejercicio vital más largo y complejo. Es probable que parte de la consistencia de la literatura o del pensamiento filosófico tenga que ver con el amor y la amistad. Tal vez estos recursos a los que llamamos amor y amistad sean la alternativa a ese monstruo que nos persigue toda la vida y se llama soledad. También me parece que nuestro error sobre las manifestaciones en el amor y en la amistad reside en que erramos respecto a nuestro criterio sobre la soledad. Si se entienda ésta como carencia de fortaleza interior, pues resulta una impronta que nos marca y esclaviza. Si consideramos la soledad como el campo de batalla personal donde nos afianzamos, disfrutamos y nos sentimos independientes, es decir, como nuestro territorio donde sabemos ser y encontrarnos a nosotros (nadie vive por nosotros, nadie muere por nosotros, nadie ama por nosotros), entonces la soledad es liberadora y la sentimos como necesaria. Vivámosla como fuente que canaliza energía para nuestras capacidades íntimas: pensamiento, indagación, entrega, transformación. Disculpa que me haya alargado.

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  5. Karmen, me gusta eso de leer sería como releerse a uno mismo. Claro, y además me parece una relación que se atrae mutuamente, porque se entra en una dinámica en que se comprende lo que se lee por la relectura personal de nuestra vida y, a la inversa, lo que leemos nos proporciona claves para entendernos. No obstante, no nos creamos más poderosos los lectores por tener la fortuna de hilar las letras y sus argumentos.
    Imaginemos, Karmen, a alguien que es analfabeto, que no ha leído nunca. Pero que ha vivido intensamente. Ese individuo (y yo diría que este tipo de individuo es mayoritario en la historia y se sigue dando) está enterado de más de lo que nos creemos y debate más de lo que pensamos. No en balde también la tradición oral es anterior y paralela a la escrita (la seguimos practicando) La capacidad reflexiva no es patente del ejercicio de la lectura, aunque este ejercicio la haya potenciado a niveles imprevistos anteriormente. Estoy de acuerdo contigo en que leer, entre otros ejercicios, ayuda a la recuperación del ser solitario. Y yo diría que a consolidarlo. El individuo puede que se difumine, pero también se expansiona. ¿Qué tipo de individuos somos cada uno de nosotros? ¿De qué depende nuestra disolución o nuestra extensión? La verdad es que el tema me suscita cantidad de interrogantes, sugerencias y esperanzas. Y si sigo encontrando citas interesantes podremos seguir comentando sine die.

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  6. Es lógico, y también recurso y moda, Ataúlfa, que nos acabemos preguntando sobre la utilidad de las cosas (la filosofía, la literatura y etcétera son cosas, ¿no?) Pero no creo que debamos concluir en la inutilidad de las cosas. Las cosas son objetos, no siempre inútiles, y también herramientas, no siempre acertadas, ¿no crees? Por supuesto que la vida es algo diferente a un acto concreto y circunscrito como es la lectura. Porque leer es interpretar. Y la vida siempre es un campo más amplio, donde caben interpretaciones y enigmas. Es la extensión. Y la lectura es la ejercitación de lo concreto y sucesivo, de lo lento y calmo. Que no siempre significa verdad. Pero en la vida tampoco es todo verdad. Hay mucho de ficción en las letras, o todo, como quieras. ¿Y en qué no hay ficción? De acuerdo: en un laboratorio. Ahí hay imprecisiones, conocimientos relativos. Y sin embargo, el trabajo de un laboratorio es decisivo. Y me da igual que sea sobre biogenética, sobre células, sobre huesos humanos o sobre plancton. En los laboratorios del presente se está escribiendo el sentido de la vida con más verdad, posiblemente, y más resultado positivo (discutible a corto plazo) que lo que dicen los libros. En los libros no resulta fácil separar el polvo de la paja, y ello está en función del criterio de cada lector. Pero es tan interesante y tan bonito arriesgarse uno a ello, ¿no? No, yo no podría vivir sin ninguno de los elementos que tú señalas al final. Pero precisarlos en la vida de cada uno es otro tema.

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  7. Quiero dedicaros a todos los que habéis tenido la gracia de comentar en esta entrada un párrafo que he leído esta tarde en la novela "El doctor Zhivago" y que me ha maravillado:

    “El trueno limpió la habitación del polvo y el humo del cigarrillo. De improviso, como después de una electrólisis, se manifestaron los elementos de que está compuesta la vida: el agua, el aire, el deseo de ser feliz, la tierra y el cielo.”

    Por supuesto, me he caído de culo. Qué grande es un escritor que incorpora explícitamente un poderoso elemento entre los elementos, pero fieramente humano.

    Buena noche y en paz interior.

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  8. No creo que la literatura y la filosofía sean "cosas". En su mayoría las llaman disciplinas, aunque prefiero denominarlas pensamiento, a veces arte, reflexión, profundización, intimidad, deseo...
    Tampoco creo que en los laboratorios de hoy en día se esté mostrando la verdad, no más verdad de la que se quiere mostrar. Si nos quedamos con una visión cientificista de la vida y de las cosas quedaremos totalmente cojos, a riesgo igual de quedar también vacíos.
    Por otra parte hay algo que me jode (no es posible expresarlo de otra manera en este caso) y es que siempre se cuestione la utilidad de estas dos grandes y en cambio nunca se cuestione la posible utilidad de la ciencia. Y hay algo que me jode todavía más, ¿por qué hay que pensarlo todo en términos de utilidad?

    Gracias por ese magnífico párrafo que dedicas, aunque la vida sea mucho más heracliteana.

    Buenos días

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  9. Disculpa, Braun, pero mi ironía hace que descarne todo lo que pillo. Me temo que todo está demasiado cosificado. ¿Por qué no llamar cosas incluso a los sistemas de pensamiento? De cualquier manera, podría ser que lo dijera metafóricamente. Ah!

    De acuerdo en que hay verdades que se muestran y otras que no. Yo no he hablado de la visión cientifista de la vida, sino de que el conocimiento actual va a permitir interpretar la historia del hombre y del universo (ya lo está haciendo aunque no guste a las teologías y teogonías) de manera radicalmente nueva.

    Por lo demás, claro que hay que cuestionar todas las utilidades, nadie dice lo contrario. El tema es que para el capital, la ciencia, o mejor dicho, la aplicación directa de la investigación técnica, genera productos a cutiplén y por lo tanto grandes beneficios bursátiles. Y de acuerdo contigo: ¿por qué hay que pensarlo todo en términos de utilidad, sobre todo económica? Me quedo con la utilidad de la satisfacción para muchos fines de la vida. Es lo que más practico (y algunos dirán que así me va)

    Salud y buena cosa, sea cual sea.

    PD. Un primo argentino al que quise mucho en otro tiempo tenía una muletilla curiosa. Cuando hacía una reflexión sobre algún hecho o acontecimiento, te contaba algo o tú le contabas a él, al llegar a una especie de conclusión, lo cual lo hacía con frecuencia, exclama: ¡Qué cooooosa! Así, alargando la o.

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