lunes, 10 de enero de 2011

La claridad de los perros




“…Berganza.- Todo eso es predicar, Cipión amigo.

Cipión.- Así me lo parece a mí y así callo.

Berganza.- A lo que me preguntaste del orden que tenía para entrar con amo, digo que ya tú sabes que la humildad es la basa y fundamento de todas virtudes, y que sin ella no hay alguna que lo sea. Ella allana inconvenientes, vence dificultades, y es un medio que siempre a gloriosos fines nos conduce; de los enemigos hace amigos, templa la cólera de los airados y menoscaba la arrogancia de los soberbios; es madre de la modestia y hermana de la templanza; en fin, con ella no pueden atravesar triunfo que les sea de provecho los vivos, porque en su blandura y mansedumbre se embotan y despuntan las flechas de los pecados.”


Si ya Cervantes comprobaba cuánta carencia de humildad había en su tiempo, ¿qué pensaría de lo que ha llegado a ser en la sociedad presente? La humildad es simiente de sensatez. Pero en tiempos de espectáculo y exhibición a través de todos los medios técnicos existentes, no es precisamente lo que luce. La humildad no es pobreza. Lo pobre es precisamente alardear, se tenga o no motivos para ello. La soberbia desplaza la sencillez de los individuos. Hasta el más tonto quiere destacar por alguna opinión o algún hecho, sin reparar en que el de al lado persigue lo mismo. La humildad es garantía de disposición al entendimiento. Con ella no es necesario recurrir a la imposición, ni al griterío, ni a la desfiguración de los acontecimientos. La humildad no invoca jactancia de los bienes que se tienen, ni vanidad por un estatus, ni vanagloria por la belleza. Quienes hablan a los demás mostrándose a sí mismos y a los suyos como un escaparate son individuos fatuos, a los que su propia arrogancia les dejará en entredicho y les devorará. La humildad aporta temple y talante, vuelve al ser anónimo que la cultiva un ser dichoso. No se deja deslumbrar por las luces tenues de un mundo  que hoy te enciende y mañana te apaga.



Imagen y texto. Azulejo en la antigua biblioteca del Campo Grande de Valladolid. El texto forma parte del diálogo entre los perros Berganza y Cipión en la novela El coloquio de los perros, de Miguel de Cervantes.

6 comentarios:

  1. Estupendos textos. Instructivos, precisos, y lúcidos tus comentarios.
    Te sigo y me sirve. Gracias.
    Un saludo

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  2. Mercedes. Textos elegidos al albur de mis lecturas. Y de los significados que me aportan y valoro. Y luego, ¿quién puede reprimir un comentario de su propia cosecha? Aunque normalmente esos textos de autores ya son extremadamente redondos. ¡Válgame Dios de matizar a un Cervantes! Preciso e incisivo como pocos.

    Pásate cuando gustes.

    Saludos.

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  3. ¿Humildad? Qué significados desprendiese dicha palabra antaño, ahora reducida al museo de la lexicología. No olvide Vuesa Merced que el término ha desaparecido de nuestras sociedades individualistas y antropofágicas. Ahora todos quieren ser luz, cuando no son más que un simple led que causa destellos y fulgores vacíos. ¡Oh siglo de soberbia, años desventurosos!
    Vale

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  4. Busqueme y no halleme rastro de humildad, pues no en balde dicha virtud exige silencio y a su pesar uno ladra como un perro en estas modernidades sin ton ni son, simplemente para huir de la desazón que la melancolía prende en su alma. Vale.

    Vanidad de vanidades, todo vanidad, ¿no?

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  5. LLuvia de Estrellas11 de enero de 2011, 21:54

    Qué verdad dices, amigo. Gracias por recordarnos esa hermosa virtud ya casi olvidada. Yo diría que el término ha pasado incluso a tener connotaciones peyorativas en esta sociedad en que domina la estupidez humana. La soberbia nos hace ser precisamente eso, cada día más estúpidos.
    Menos mal que siempre nos quedarán los clásicos.

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  6. Hay más virtudes hoy a la baja. Por ejemplo, la generosidad. Bien dices, Lluvia, que para muchos ser humilde significa ser pobre o miserable o donnadie. ¡Y qué! El problema es del que lo vea así. Siempre nos quedarán los clásicos redivivos.

    Gracias.

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