jueves, 3 de febrero de 2011

Reivindicación del amateur, siguiendo a Barthes



“El Amateur (el que practica la pintura, la música, el deporte, la ciencia, sin espíritu de maestría o de competencia) conduce una y otra vez su goce (amator: que ama y ama otra vez); no es para nada un héroe (de la creación, de la hazaña); se instala graciosamente (por nada) en el significante: en la materia inmediatamente definitiva de la música, de la pintura; su práctica, por lo regular, no comporta ningún rubato (ese robo del objeto en beneficio del atributo); es –será tal vez– el artista contra–burgués."

(El amateur. Texto del libro Roland Barthes por Roland Barthes, editado en Kairós en 1978)




Malos tiempos para el amateurismo entregado y sincero. Nada que ver con la chapucería ni con el abuso ocioso. Nostalgia por aquellos tiempos en que ser amateur era prácticamente ser autodidacta. Más. Ser amateur era abrirse y decir: este soy yo, esto doy yo. Ser amateur era dar de uno sin esperar compensaciones materiales. Sí, una sola acaso, y no siempre. Se esperaba al menos algún tipo de reconocimiento, una admiración, una consideración ética, una complicidad de otros que practicaban ese afán amateur. Existía, por lo tanto, esa conducta como opción personal, pero también colectiva. Cuántos proyectos  -culturales, políticos, sociales-   que encima exigían poner dinero, nunca recibir, para que salieran adelante. Pero a cambio, uno se acostaba cada noche con una sensación plena. Había salido de sí mismo, había creado, a su manera. No esperaba transcendencia superior  -ni social, ni política, ni cultural-  sino únicamente satisfacción para sí mismo o, como mucho, para beneficio moral de la tribu en la que uno estaba incrustado. Práctica que se imponía como una moral aprendida en el propio andar cotidiano. Se escribía, se ponía cine, se convocaba a gente, se organizaban mesas redondas, se invitaba a individuos de fuera a los que previamente se les informaba que no había con qué pagarles, y esa gente, semejante al amateur, respondía. Hoy toda entrega tiene que ser a cambio de dinero. No se concibe la bondad y la sencillez de un ejercicio sin que el intercambio mercantil no salga a relucir enseguida. Con lo cual, la posibilidad de que toda realización amateur sea alternativa, prácticamente se difumina. Aquel viejo concepto, difuso y abstracto, sí, y aquel término, pomposo también, que tanto se nombraba (realizarse, se decía) de hacer las cosas para realizarse uno mismo, y que sonaba a bastante salvífico (pero de una salvación de este mundo en el día a día) se ha perdido en las llanuras siberianas de una sociedad de nuevos ricos de mentira. Hagamos una apuesta todavía por los últimos resquicios de la manifestación amateur (el tiempo ha mostrado que hay muchos profesionales que saben y dan menos que un amateur, pero es otro tema)


2 comentarios:

  1. El espíritu amateur todavía pervive en muchos (por ejemplo aquellos que escriben en blogs)y hay mucha gente dispuesta a mostrarlo tan sólo a cambio de un poco de atención.
    Un saludo.

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  2. Bienvenido. Tus palabras son aceptadas y asumidas por esta alma bárbara. Y bien enriquecedores que son algunos de esos blogs, y cuántas pistas, y cuányas sugerencias y cuántas búsquedas.

    Saludos. Pasa cuando quieras.

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